La misión social de la Fundación Integralia es la inserción laboral de personas con discapacidad. Es por esta razón que las personas siempre están situadas en el centro de nuestra organización. Ellas son nuestra razón de ser, por las que volcamos todos nuestros esfuerzos. En nuestro modelo de inserción, la formación y la experiencia son indispensables para favorecer oportunidades en entornos laborales normalizados. Los siete centros especiales de empleo que tenemos en distintas localidades de España funcionan como lugares de tránsito. En estos centros, realizamos diversos servicios que están gestionados por un equipo donde el 100% de las personas tienen algún tipo de discapacidad. Son ellos mismos, con su trabajo diario, quienes consiguen la sostenibilidad de la Fundación mientras construyen sus propias oportunidades laborales.
Son muchas historias, distintas, diversas. Vidas que tienen al menos dos cosas en común, la discapacidad por un lado, y la dificultad de acceder a un mercado laboral aún reticente a incluir la diversidad por el otro. En esta sección queremos reconocer a las personas que forman el equipo de nuestra Fundación, puesto que son ellos los auténticos protagonistas
Mi nombre es Carlos Mauri y quiero compartir con vosotros mi experiencia de vida. A los 14 años era un chico saludable, apasionado por el baloncesto, pero un dolor repentino en mis rodillas y tobillos cambió mi vida. Después de varias pruebas y consultas, llegué al hospital Bellvitge, donde, durante la Marató de TV3, tuve la oportunidad de participar en un estudio genético sobre enfermedades raras. Fue entonces cuando, por fin, tras 13 años, recibí un diagnóstico médico.
En mi caso, esta incertidumbre me acompañó durante muchos años. Además, sufrí de exclusión social en el colegio, entre mis amigos debido a mi condición.
En mi trayectoria desde operadora hasta directora de un centro en Integralia, he aprendido a valorar el apoyo incondicional que he recibido. Agradezco profundamente a mi equipo, que me brindó la confianza necesaria para ser auténtica y no ocultar mi discapacidad por salud mental. Este acto de valentía me permitió abrirme y encontrar un entorno de comprensión y apoyo.
Superar el miedo a ser vulnerable fue clave; a través de una comunicación sincera, construimos una relación de confianza que impulsó mi crecimiento personal y profesional. Gracias a este respaldo, me atreví a estudiar estadística, un sueño que parecía inalcanzable.
La historia de Lluís Amat es un testimonio de adaptación, superación y el poder transformador de la inclusión.
Durante años, Lluís vivió con los desafíos de la epilepsia, una condición que en el momento de tener una crisis puede no solo afectar su orientación en la calle –hace que su mente "desconecte" en lugares familiares y le impida reconocer a amigos o familiares– sino que también marca su vida social y profesional. "Tu mente es como un ordenador que reinicia", describe, una analogía que ilustra la desconexión profunda y la pérdida de noción de tiempo y lugar. En su adolescencia, Lluís se enfrentó al estigma y la incomprensión.
La Fundación cuenta ya con 476 trabajadores y mantiene un crecimiento constante cada año.
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